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15 de abril de 2009


En cine: El niño pez
Lucía Puenzo, Inés Efron y Emme, hablan de este relato que cruza géneros para contar la relación entre dos mujeres que se aman en medio de una serie de turbulentos sucesos familiares.

De la trama que plantea El niño pez podría decirse que es una historia de amor, de locura y de muerte. Pero no salió de la pluma de Horacio Quiroga sino de la Lucía Puenzo, que convirtió su propia novela en su segunda película, después de la premiada XXY. Aquí, la hija de Luis Puenzo no escatima recursos para contar lo que quiere: un amor puro, complejo y maldito entre Lala, una chica de clase alta interpretada por Inés Efron y su empleada doméstica paraguaya, La Guayi, en la piel de Emme en su debut en cine. Para contar esta historia que aborda leyendas guaraníes y el tabú del incesto, entre otros temas, la directora se anima a cruzar elementos del policial con otros dignos de una road movie en un gran rompecabezas de géneros.
Los personajes de Lala y la Guayi guardan tantos secretos que uno nunca termina de descubrir cómo son, además porque parecen guiarse únicamente por la pasión y nunca con la razón...
Lucía: Totalmente. Creo que la presencia de la leyenda del niño pez en el lago, todo lo relacionado con el agua y lo que está por debajo de la superficie, está ligado más a lo emocional que a lo racional, es algo muy del mundo femenino. Y el encuentro de ellas dos es desde ese lugar, donde se les mezclan todo: su relación es erótica, maternal, amistosa. Las sobrepasa el vínculo. Además, me interesaba acompañar a Lala de la mano, no quería que el espectador supiera más que ella, sino que fueran a la par en la confusión. Porque cuando hay más distancia, uno tiende a juzgar a los personajes y no me interesaba tener una mirada distanciada, juzgarlas. Sí, poder entenderlas. Las dos tienen secretos muy pesados y aún así era importante que no fueran señaladas con el dedo y las pudieran querer aunque sea incómodo.
Emme: Para mí lo más importante era eso, entender cómo era la Guayi y no juzgarla. Creo que la única razón que las guía a las dos, lo que es la razón de ser de ellas, es el amor que sienten.
Te tocó un personaje fuerte para debutar en cine.¿Cómo lo encaraste?
Emme: Con Inés nos preocupamos mucho por armar el vínculo entre las dos. Desde la primera vez que leí el guión, me imaginé a la Guayi: chiquita, en Paraguay con su mundo; frágil y fuerte a la vez. Ella sigue su instinto y se va sola con su cuerpo que es lo único que tiene: es su casa, su prisión y su arma también. Con Lala, de alguna manera, se permite ser la madre que no pudo ser y la que no pudo tener. Por eso es tan fuerte el vínculo, más allá de lo erótico. Y sus mundos terminan pareciéndose.
Inés: Es que Lala, que aparentemente tiene todo, termina sintiéndose sola. Pero después se va descubriendo a sí misma y hasta a mí me asombra todo lo que es capaz de hacer. Lo fui entendiendo de a poco; además yo entiendo el 50 por ciento de un personaje cuando veo la película, siempre.
¿Y qué descubriste de Lala?
Inés: ¡No podía creer que yo le hubiera puesto el cuerpo a todo eso!
Lucía: ¡Lala es una heroína, hasta se anima a enfrentarse a los tiros! (risas).
Para leer más sobre esta nota: Clarín
Publicado por Sabrina López

1 comentarios:

MSR dijo...

Evidentemente esta directora tiene algo con los 'tabúes'(no se me ocurre otra palabra) sexuales. Vi XXY y no me gustó, me aburrió demasiado y me pareció que no decía nada en concreto sobre el hermafroditismo, un tema que podría ser interesante de tratar en una película. Eso sin contar la lentitud agobiante del guión...
Suficiente como para no sentarme a ver la historia de dos lesbianas.

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