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23 de mayo de 2009

A no perder la memoria…

El economista argentino Andy Freyre publicó, en el año 2005, el libro Pasión por emprender. Allí comenta que en la Argentina es mucho más común que en otros países "la cultura de la copia". Con los negocios que se ponen de moda, ingresan comerciantes nuevos en el circuito y saturan la oferta, hacen caer los precios y los números dejan de cerrar. Así pasó con las canchas de paddle, las pistas de patinaje sobre hielo, los parripollos y el todo por $ 1,99, entre otros. En los ochenta, había unas veinte pistas de patinaje sobre hielo en la Capital y una quincena en el conurbano bonaerense. A partir de la debacle económica provocada por la hiperinflación y los cortes de luz programados, entre 1988 y 1989, esas pistas de hielo se terminaron de derretir. Durante el 2008, y debido al formato “Patinando con las estrellas” del productor Marcelo Tinelli, la gente -en su mayoría chicos que no pasan los 12 años, pero también adultos con más de tres décadas- volvieron a calzarse las botas y a deslizarse sobre el hielo. ¿Qué tienen en común un Parripollo, una cancha de Paddle y un Locutorio?
En algún momento todos formaron parte de un fenómeno típicamente argentino: el de los negocios que tienen furor. Hoy, no todos los barrios cuentan con comercios dedicados a estos dos primeros rubros. Un poco más de suerte corren los locutorios, que intentan superar la invasión de la telefonía móvil ampliando su servicio con Internet, cobranza de facturas (Pago fácil y Rapipago), y venta de golosinas.

“Las Medialunas del Abuelo” son un producto que nació como consecuencia de la crisis de 2001. “Al principio fue un boom, las ventas eran impresionantes y luego fue bajando”, comentó el encargado de uno de los locales sobrevivientes. Para sostener su clientela han ampliado la variedad de facturas e incorporado la venta de pan.


El videoclub también tuvo su momento. A mediados de los ochenta, con el lanzamiento de los primeros títulos en formato de videocasette, se desató el furor del cine hogareño. La proporción del fenómeno explotó hacia fines de esa década, cuando los videoclubes repartidos por todo el país, superaron la barrera de los ocho mil locales. Esto provocó serios problemas en el circuito de salas de cine, se multiplicó el cierre de las mismas y su público disminuyó notablemente.
Pero el boom no duró demasiado. A principios de los noventa, el ingreso en escena de la televisión por cable revirtió el panorama y el negocio de las videopelículas inició un rápido declive.

Por Silvina Idiart
Fuente: Internet
Fotos: Silvina Idiart

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